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Mitología nórdica y sátira social y religiosa en «La isla de Odín», de Janne Teller


La isla de Odín, de Janne Teller, llegó a mis manos por puro azar, mientras escudriñaba las estanterías de la Biblioteca Pública de Valencia en busca de otro libro. Su título me llamó la atención al instante —desde que leí Mitos nórdicos de Neil Gaiman, la mitología nórdica me interesa cada vez más— y su sinopsis me decidió a llevármelo, además de la novela que buscaba en principio.

Y ahora que he terminado de leerla, deseo compartirla contigo, por si a ti también te hechiza la mitología escandinava y no conoces esta obra. Empezaré por comentarte algunos datos sobre la autora antes que nada:

La autora, Janne Teller

Janne Teller, autora de "La isla de Odín"
Janne Teller, autora de La isla de Odín

Licenciada en Ciencias Económicas y Políticas, nació en 1964 en Copenhague. Ha trabajado como economista para las Naciones Unidas y ha viajado por diversos lugares del mundo. Desde 1995 se dedica tan solo a escribir. Y creo que ha sido todo un acierto, teniendo en cuenta además que su apellido ya remite a esta profesión de ‘cuentacuentos’.

La isla de Odín, su primera novela, ha sido publicada en Dinamarca y en la mayoría de países europeos. Ha sido nominada al premio Michael L. Printz, un galardón que la American Library Association otorga a la mejor novela escrita para jóvenes adultos.

Otras obras de Janne Teller son The Trampling Cat (2004) y Come (2008). En ocasiones sus novelas han resultado polémicas por poner el dedo en la llaga y criticar nuestra sociedad moderna y aparentemente ‘civilizada’. Es el caso de Nada, tal y como indica elplacerdelalectura.com:

«Nada de la danesa Janne Teller ha sido censurado, prohibido y detestado a la vez que recomendado, premiado y obligado a leerse.»

Aquí te dejo una entrevista del programa Palabras Más por si deseas conocer mejor a la autora. No tiene desperdicio:

Veamos ahora la obra en sí y sus aspectos más destacados:


La obra: La isla de Odín

Ficha técnica:

Título: La isla de Odín

Autora: Janne Teller

Género: fantasía

Páginas: 472

Editorial: MAEVA


Odín, un anciano bondadoso y ‘achuchable’

Representación de Odín en un manuscrito islandés del siglo XVIII. La isla de Odín, de Janne Teller, remodela al dios nórdico.
Representación de Odín en un manuscrito islandés del siglo XVIII


Lo primero que llama la atención al adentrarte en la historia es el personaje de Odín. Como el dios del Valhalla, viaja en carro tirado por dos caballos y tiene un parche en un ojo. Pero hasta ahí las coincidencias. Porque el Odín creado por Janne Teller es adorable y un tanto ingenuo, jamás se altera o se enfada y, de hecho, no comprende cómo otros personajes pueden ser ‘descorteses’ y enfurecerse ante determinadas situaciones.

La obra arranca cuando Odín llega a Ciudad Herrería, una de las dos poblaciones de una isla desconocida para el Continente. Ha tenido un accidente a causa de una lluvia de meteoros. Desde ese instante, su meta será encontrar un veterinario en el Continente que cure la pata rota de su yegua Rigmarole.

Así empieza la novela:

«Hacía frío aquel día que Odín llegó a Ciudad Herrería. La tierra estaba cubierta de nieve y el sol brillaba a través de una débil neblina. A un lado del camino, un grupo de niños patinaba en un lago helado y, detrás de una valla, al otro, tres caballos de pequeña estatura y muy peludos se restregaban entre ellos para conservar el calor del cuerpo.»

Los habitantes de la isla de Odín

Odín llega a una isla que representa un mundo más ingenuo y amable. Foto: Markus Spiske temporausch.com en Pexels.com
Odín llega a una isla que representa un mundo más ingenuo y amable. Foto: Markus Spiske temporausch.com


Los habitantes de la isla viven en dos poblaciones, Ciudad Herrería y Ciudad Correos —a la que no hay que olvidar—. Constituyen pequeñas sociedades aisladas del mundo exterior, es decir, el Continente, y por ello su mayor temor ante el recién llegado es que este piense que son ingenuos o incluso tontos. Y eso hace que traten de ayudarle y lo acojan amablemente.

Su líder es el Herrero, un hombre corpulento que mantiene esa actitud ante los demás. Siempre teme quedar en evidencia ante Odín y ante sus convecinos. También destaca un grupo de niños de diferentes edades, que son los que descubren al viajero; y la Anciana Rikke-Marie, quien considera que es demasiado vieja como para moverse y espera que las novedades lleguen hasta ella y no al revés.

A continuación, el momento en que los primeros habitantes de Ciudad Herrería descubren a Odín:

«En ese instante los jóvenes patinadores vieron al extranjero que, de repente, estaba ahí parado, en mitad del camino, con sus dos caballos y un trineo, como si hubiera salido del helado aire azul. Uno tras otro abandonaron su actividad y se arremolinaron junto a la orilla del lago desde donde observaban, llenos de curiosidad. Eran doce, de edades de entre los tres y los diez años. Primero clavaron la mirada en aquella insólita visión guardando absoluto silencio. Al rato, como por obra de encanto, empezaron a hablar atropelladamente, todos a la vez.»

Y ahora el primer diálogo entre el Herrero y Odín:

«—Ejem, ejem. ¡Sin ánimo de ser descortés, pero su caballo tiene una pata rota! —declaró sonoramente señalando a Rigmarole con la boquilla de su pipa, para seguidamente mirar a sus conciudadanos. Todos asintieron corroborando, y después continuó—: Como todos saben, si se me permite la libertad de hablar con franqueza, los habitantes de Ciudad Herrería se jactan, y no sin razón si se me permite decirlo, de ser gente muy hospitalaria, pero ¿usted quién es?

—Mi nombre es Odín —dijo este, e hizo una profunda reverencia. Pero al ver que a los aldeanos no les producía ningún efecto visible, se sintió obligado a añadir más detalles—: Vengo de muy lejos y todavía me queda mucho camino por recorrer. Pero me extravié en una lluvia de meteoros. Rigmarole se rompió una pata y, miren, aquí estamos.»

El Continente, el mundo ‘civilizado’

El otro mundo de 'La isla de Odín' es el Continente, satirizado por la autora. Foto: Fancycrave.com en Pexels.com
El otro mundo de La isla de Odín es el Continente, satirizado por la autora. Foto: Fancycrave.com


Del mismo modo que la isla supone una sociedad agraria y artesanal, el Continente representa la civilización. Y es aquí donde transcurre el grueso de la trama, donde Odín esperará pacientemente todos los trámites necesarios para que el veterinario Mattinhausen acuda a la isla para poner fin al sufrimiento de Rigmarole. En esta larga —y casi interminable— espera hallará una poderosa aliada, Sigbrit Holland, tal vez la verdadera protagonista de la novela. La joven se sentirá responsable por haber atropellado a Odín en la carretera. Aquí tenemos la presentación del personaje, donde ya podemos intuir la insatisfacción que su vida le reporta:

«El reloj marcaba las ocho pasadas. Sigbrit se dirigía en su coche hacia el norte por la nevada carretera de la costa. Se sentía cansada y con el ánimo revuelto. A pesar de día festivo, había estado en el banco para terminar el informe anual sobre el curso del dólar. Pero había trabajado con lentitud, mecánicamente y sin su habitual entusiasmo. Había terminado el informe, pero no estaba satisfecha con él. Ahora era tarde y sabía que su marido se enfadaría si no llegaba a casa antes que los invitados.»

Hay otros personajes relevantes en la novela pero que no desvelaré por no destripar nada de la trama.


La isla de Odín,

una sátira religiosa y política

y una novela de misterio

Janne Teller denuncia el fanatismo religioso. Foto: Jaefrench, Pixabay
Janne Teller denuncia el fanatismo religioso. Foto: Jaefrench, Pixabay

Como ya he dicho, la primera novela de Janne Teller transcurre sobre todo en el Continente, trasunto en realidad de nuestra sociedad ‘civilizada’. Y es que la autora no deja ‘títere con cabeza’, como diríamos coloquialmente.

Critica las eternas gestiones burocráticas para cualquier nimiedad, el rechazo al extranjero o al que no cumple los parámetros estipulados, lo que es ‘políticamente correcto’ y, en especial, satiriza la ambición desmedida de políticos, monarcas e incluso administrativos con aires de grandeza.

Pero el aspecto más denunciado es el fanatismo religioso. Teller lo critica desde todas las religiones principales: cristianismo, islamismo y judaísmo. Así, pone de relieve cómo los que se erigen en líderes, proclamándose mensajeros de Dios o Alá, por ejemplo, buscan un beneficio personal —algunos llevarán al extremo la máxima de ‘El fin justifica los medios’—, pero también destaca cómo los humanos podemos convertirnos en masas despersonalizadas, carentes de sentido común y capaces de todo.

Junto a este punto ácido ―aderezado con toques de humor, como veremos más adelante―, llega un momento en que la novela se transforma en una novela de misterio, pues Sigbrit se propondrá resolver un enigma y así ayudar a Odín a volver a la isla. Junto a otros personajes, la joven llevará a cabo una incansable labor de investigación.

Y aquí es donde pondría un ‘pero’ como lectora. Aunque sin desvelar nada importante ―’spoilers no, gracias’―, debo confesar que me resulta un ‘pelín’ inverosímil que Sigbrit renuncie a muchas cosas e incluso sea irresponsable en algunas cuestiones por un desconocido. La única explicación que le encuentro es la insatisfacción personal: Sigbrit no se siente realizada y por eso actúa como lo hace.

Ha quedado un poco críptico, ¿no? Tal vez si has leído la obra, sabes a qué me refiero. O no.


La Navidad, principio y fin

' La isla de Odín' gira en torno al día de Nochebuena. Foto: Lisa Fotios, Pexels.com
 La isla de Odín gira en torno al día de Nochebuena. Foto: Lisa Fotios, Pexels.com


La novela tiene una estructura circular a nivel temporal y espacial, pues empieza y acaba en la isla el día de Nochebuena. Por tanto, el significado religioso es evidente. Podemos contraponer fácilmente ese fanatismo religioso que se desarrolla en el Continente con una religión más inocente y cercana de la isla ―donde los personajes se reúnen como una sola familia, acogen a Odín e incluso una niña cree que este es en realidad Santa Claus―.

Frases y expresiones repetidas que provocan un efecto cómico

El humor está muy presente en la novela, en especial para satirizar a los ciudadanos del Continente. Así, abundan situaciones y nombres ridículos que algunos de ellos se ponen ―sobre todo los líderes religiosos y falsos profetas―. No voy a extenderme en esta parte por no destripar aspectos del argumento, pero sí en otro factor que me ha hecho reír bastante, y es el uso del lenguaje. En muchas ocasiones hay aclaraciones o frases que se repiten y que sirven para caracterizar a los personajes.

Pondré algunos ejemplos:

En Ciudad Herrería, siempre que se refieren a sus vecinos añaden la misma coletilla:

«los habitantes de Ciudad Correos, a los que no hay que dejar de lado,…»

Además, la inseguridad del Herrero y la importancia que otorga al «qué dirán» se ve en su frase preferida:

«Sin ánimo de ser descortés…»

Pero incluso el narrador emplea este recurso, como cuando describe a uno de los personajes secundarios, Lennart Torstensson:

«un joven muy rubio y muy alto»

Quizá fuera de contexto no resulten expresiones graciosas, pero al repetirlas una y otra vez se convierten en una especie de cantinela que ya conoces como lector y ahí está la gracia. Al menos para mí.


La isla de Odín y el Realismo Mágico

Esta novela de Janne Teller me ha recordado al Realismo Mágico, movimiento literario que tuvo su auge en Latinoamérica en las décadas de los 60, 70 y 80, con autores como Gabriel García Márquez o Isabel Allende.


¿Por qué digo esto? Por dos razones: la primera es esa sensación de que los elementos mágicos o sobrenaturales se diluyen dentro de lo cotidiano y no sorprenden a los personajes. En Cien años de soledad no sorprende a nadie el hecho de que algunos Buendía tenga una cola de cerdo, y la conexión con los espíritus que tiene Alba en La casa de los espíritus se percibe como algo normal. En el caso de Teller, también está presente esta sensación de normalidad.

La segunda razón que me recuerda al Realismo Mágico es su estructura circular. Todas las peripecias de Odín y Sigbrit transcurren en un año, con lo que el inicio y el fin de la acción se sitúan el día de Nochebuena, como ya he dicho. Pero, además, hay una frase ―no diré cuál, je, je― que se repite prácticamente igual en ambos extremos de la novela, tal y como hicieron García Márquez e Isabel Allende.


La isla de Odín: ¿una lectura recomendable?

'La isla de Odín' es una lectura muy interesante. Foto: Daria Shevtsova, Pixabay
La isla de Odín es una lectura muy interesante. Foto: Daria Shevtsova, Pixabay

Bien. Llegados a este punto solo me queda una cuestión: ¿recomendaría leer esta primera novela de Janne Teller? Definitivamente, sí.

Aunque ya he indicado que me ‘chirría’ un poco cómo actúa Sigbrit a partir de un momento determinado, la obra vale la pena.

Me he reído mucho en varias ocasiones y me ha parecido una manera muy original de abordar la temática mitológica a través de un nuevo prisma. Además, el estilo de Teller no resulta farragoso ni demasiado coloquial, se lee con facilidad. Y aunque hay muchísimos personajes secundarios, siempre he sabido quién era quién. Es una lectura que al finalizar te deja en la boca un buen sabor. Y ganas de más. Una buena lectura.

¿Te ha gustado la entrada? ¿Conocías ya a la autora? ¿Has leído esta o cualquier otra obra suya?

Enlaces de interés

Aquí te dejo varios enlaces interesantes:

Circe, de Madeline Miller: si te gustan los retellings, no te pierdas esta novela escrita desde una perspectiva femenina y feminista.

Thor 3 Ragnarok: si te gusta la mitología escandinava, puedes repasar las 19 escenas más divertidas de esta gran película de Marvel.

Obras de Janne Teller:

La isla de Odín.

Ven.

Nada.

Obras del Realismo Mágico:

Cien años de soledad, Gabriel García Márquez.

La casa de los espíritus, Isabel Allende.

Diana Valentín Domingues

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Soy Diana Valentín Domingues, alias Artemis. Me chifla la fantasía en todas sus manifestaciones: literatura, cine, series, pintura... Prueba de ella son mis tres dragones: Reinsk el Devastador, y sus dos hijos, Risky el Sensato y Risko el Juguetón. Ah, y también escribo. Fantasía, cómo no.

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